A continuación lee el siguiente texto y resúmelo:
Luis: Mamá, yo uno o dos días, al volver del trabajo,
he ido a la cocina... Tenía tanta hambre que, en lo que tú ponías la mesa, me
he comido una cucharada de lentejas... pero una cucharada pequeña...
Don Luis: ¡Ah!, ¿eras tú?
Doña Dolores: ¿Por qué no me
lo habías dicho, Luis?
Luis: No creí que se echara
de menos.
Doña Dolores: Una sola
cucharada no puede notarse. No puede ser eso.
Don Luis (A doña Dolores): Y tú, al probar las
lentejas, cuando las estás haciendo, ¿no te tomas otra cucharada?
Doña Dolores: ¿Eso qué tiene
que ver? Tú mismo lo has dicho: tengo que probarlas... Y lo hago con una
cucharadita de café.
(Manolita ha empezado a llorar.)
Doña Dolores: ¿Qué te pasa,
Manolita?
Manolita (Entre sollozos.): Soy yo, soy yo. No le
echéis la culpa a ese infeliz. Soy yo... Todos los días, antes de irme a
comer... voy a la cocina y me como una o dos cucharadas. Solo una o dos... pero
nunca creí que se notase. No lo hago por mí, os lo juro, no lo hago por mí, lo
hago por este hijo. Tú lo sabes, mamá, estoy seca, estoy seca...
Doña Dolores: (Ha ido junto a ella, la abraza.) ¡Hija
mía, Manolita!
Don Luis: (Dándose golpes en el pecho.) Mea culpa,
mea culpa...
(Los demás le miran.)
Don Luis: Como soy el ser
más inteligente de esta casa [...] hace tiempo comprendí que una cucharada de
lentejas menos entre seis platos no podía perjudicar a nadie. Y que, recayendo
sobre mí la mayor parte de las responsabilidades de este hogar, tenía perfecto
derecho a esta sobrealimentación. Así, desde hace un mes [...] con la disculpa
de ir a hacer mis necesidades, me meto en la cocina... y me tomo una cucharada.
Doña Dolores (Escandalizada): Pero... ¿no os dais
cuenta de que tres cucharadas...?
Don Luis: Y la tuya, cuatro.
Doña Dolores: Que cuatro
cucharadas...
Don Luis: Y dos de Julio y
su madre.
Doña Dolores: ¿Julio y su
madre?
Don Luis: Claro; parecen
tontos, pero el hambre aguza el ingenio. Contabiliza seis cucharadas. Y a veces
siete, porque Manolita se toma también la del niño.
Doña Dolores: ¡Siete cucharadas!
Pero si es todo lo que pongo en la tacilla...
(Está a punto de llorar.)
(Manolita sigue sollozando.)
Don Luis: No lloréis, por favor, no lloréis... [...]
¿Pero qué más da? Ya lo dice la radio: «no pasa nada». ¿Qué más da que lo
comamos en la cocina o en la mesa? Nosotros somos los mismos, las cucharadas
son las mismas...
Manolita: ¡Qué vergüenza,
qué vergüenza!
Don Luis: No, Manolita: ¡qué hambre!
Doña Dolores (Desesperada.) ¡Que llegue la paz! ¡Que
llegue la paz! Si no, vamos a comernos unos a otros.
Fernando Fernán
Gómez
Las bicicletas son para el verano, Espasa Calpe
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